Cada vez que llueve de noche me acuerdo de los pobres vagabundos, aquellos que parecen estar destinados a deambular errantes por las calles más sucias y más tristes del mundo. Y me acuerdo de los niños que crecen sin padres, comida, amparo o techo. Me acuerdo de los negros que están pagando las esquirlas de la esclavitud de otros siglos. Me acuerdo de los pobres viejos que ya ni fuerzas tienen para sublevarse en contra del sistema. Me acuerdo de todos los que tienen que soportar el frio desgarrador de la soledad y la decadencia, del hambre y la pobreza, de las humillaciones y desidias de una sociedad que los repugna con todas su fuerzas. Y todos esos recuerdos me perforan el corazón hasta hacer de él un túnel sin fondo y sin comienzo.
Y justamente eso: un comienzo.Todo comienza con el comienzo mismo. Un cataclismo de energías que colisionan en el vacío . Una explosión que desata la locura más infausta jamás vista por las deidades del Olimpo. Un, ¡boom!, y ahí están los planetas, los humanos y los días. Y ahí están el tiempo, el espacio, y la vida; la naturaleza, la maldad y la codicia; la perfidia, la herejía y la envidia; la alegría, la fe, el fervor, la miseria y la esperanza eterna. Porque desde que existimos ha habido desequilibrio. Porque sin importar cuantas veces recomencemos, el desarrollo será siempre el mismo. Porque eso somos, humanos sin destino y sin origen.
A veces me pregunto, ¿qué pasaría si una de esas partículas de polvo que flotan en el aire que respiro fuese un universo entero, diminuto y vasto, invisible ante los lentes de los microscopios más potentes? Si dentro de ella hubiese mil galaxias o mil millones de planetas. Si dentro de ella existiesen humanos que se hacen la misma pregunta que yo y que en este mismo instante la escriben también en un papel blanco que encontraron bajo una lámpara amarilla. Si en ella hubiesen mundos con sociedades y lenguajes como los nuestros. Si hubiese alguien con mi aspecto, mi nombre y mis costumbres; con mi acento, mis angustias, y mis mismos pensamientos pasajeros. ¿Cómo sería nuestro universo si cada partícula fuese un universo distinto y paralelo al nuestro?
La misma pregunta me hago con los vagabundos; con los niños que conviven diariamente con el pauperismo de las calles; con los negros rezagados por la discriminación más absurda e inicua de todas; con los ancianos famélicos y fláccidos que aguardan por la muerte bajo dos cartones viejos y una luna llena que los observa sin descanso. ¿Cómo seríamos si nadie fuese nadie y todos fuésemos un solo y poderoso todo? ¿Cómo sería nuestro mundo si cada hombre sobre la tierra fuese único y al mismo tiempo semejante a cada hombre?
Me divierto tanto imaginándome un mundo donde esa premisa no es solo un sueño socialista, sino una realidad histórica, donde cada ser humano tiene derecho a todo y a nada, y donde cada ser humano vive libremente y sin presiones de ningún tipo. Y es tan divertido preguntarme al son del golpeteo de la lluvia en mi ventana, ¿qué pasaría si, del mismo modo en que las partículas de polvo son un universo, fuese igualmente nuestro propio universo una partícula de polvo que flota frente a los ojos de alguien que se hace la misma pregunta que yo me hago en este instante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario