sábado, 4 de septiembre de 2010

El canto del gol

El canto del gol se convirtió de pronto en un grito estridente que se extendio velozmente a lo largo de paisajes floridos, de ciudades lúgubres, de playas tropicales, y de pueblos muy alejados del alegre bullicio multitudinario que se combinaba con los tambores y pitos mas estruendosos de todo el país. El manto gris tejido en el cielo azulado por nubarrones cargados de tristeza e impotencia, se desvaneció rápidamente para abrirle paso a la luz rutilante que contagió a la gente con un entusiasmo desaforado y vivo. El alborozo de la gente se juntó con el canto de los pájaros endémicos que celebraban la llegada del estío.
Era un hecho; en el país de la injusticia se había ganado, al fin, una copa del mundo.

Y mientras allí se celebraba entre mares espumosos de cerveza y esplendorosos asados campestres, una hecatombe dolorosa destruía los cimientos de una sociedad que siempre pareció capaz de soportar derrotas de tal magnitud, pero que ahora que tenía que sufrirla se hundía en la tierra infértil del arrepentimiento y se ahogaba en las lagunas hondas del llanto inconsolable.


La delgada línea que separa la cara de la gloria de la cara de la vergüenza, es la accidental alegría de marcar un gol.


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