lunes, 27 de septiembre de 2010

Crimen en el puente de la 58



Ustedes lo vieron caminar por la acera, con el cigarro encendido entre sus labios, con los ojos fijos en el piso, con las manos trémulas y la tez pálida. Vieron el bulto sobresalir de su chaqueta y se dieron cuenta de lo que iba a suceder, pero ustedes, ustedes no hicieron nada. Fingieron ignorarlo. Quisieron simular que él no había pasado junto a ustedes. Pero no tuvieron éxito. Poco después del cataclismo fatídico, los interrogaron uno por uno y sus respuestas, que se contradecían entre sí, nos permitieron descifrar todo lo oculto tras sus múltiples argucias. ¿Cómo van a salir de esta ahora? ¿Cómo van a escapar de los procesos legales que están a punto de venírseles encima?

Lo único que tenían que hacer era detenerlo. Era tan obvia la intención de aquel sujeto hosco y misterioso, que es inentendible como reaccionaron. Era casi posible olfatear la nicotina mezclada con sangre, que iba calentándose a medida que recorría sus venas. Era casi posible olfatear el tenebroso combustible que lo impulsaba a terminar con la confusión que lo ataviaba de pies a cabeza y sentir como si se estuviese palpando, la pasión romántica que por esos momentos lo hacía reflexionar profundamente. Pero se quedaron estupefactos cuando vieron los destellos rutilantes que brotaban de la hoja de acero inoxidable, que hendía el aire blandiéndose de un lado a otro ¿Lo recuerdan ahora, recuerdan que el asía la hoja de acero por el mango, porque la hoja tenía un mango y el la tomaba por el mango? El mango le permitía moverla virtuosa y ágilmente, le permitía proferir golpes certeros con facilidad. Si la hoja no hubiese tenido mango no hubiera podido hacer lo que hizo. Pero desafortunadamente la hoja si tenía mango. Tenía mango y fue por eso que pudo rebanar al muchacho que se hallaba entre ustedes como una cebolla sobre una tabla de madera. Tú hubieras podido golpearlo o incluso él, aunque sea escuálido y chaparro. Así, hubieran podido evitar la masacre aberrante que aconteció frente a ustedes. Alguno hubiese podido sujetarlo por detrás y algún otro quitarle la hoja, para luego entre todos tumbarlo al piso e inmovilizarlo. Pero es  incomprensible como dejaron que se escapara luego de matarla, como dejaron que corriera frente a ustedes, como dejaron intimidarse al punto de permanecer completamente quietos, como dejaron subyugarse por el horror. Dan vergüenza. Dan asco. Siempre con su egoísmo narcisista. Siempre preocupados por ustedes y solamente por ustedes. 

¡Ustedes hubiesen podido evitar la hecatombe trágica que terminó con la vida de esa pareja adorable que se besaba impasible, aislada por completo del entorno que los rodeaba! Pero ustedes no son más que unos cobardes. Cada uno de ustedes piensa solo en sí mismo, en su bienestar, en obtener placer, porque es el placer el que guía la vida de los seres humanos. En ese sentimiento se basan sus decisiones, en eso y en nada más. Y, claro que placer pueden sentir al ayudar a los demás, sino el sentimiento de satisfacción que siente un filántropo cuando dona dinero desinteresadamente.

Pero obtener esa recompensa implicaba arriesgar su vida, su bienestar, y para cada uno, no hay nada más importante que eso ¿verdad? Claro, que importa la humanidad si ésta existe por uno y para uno, si el mundo es una polea que gira sobre un eje y uno es ese eje. Si todo es una creación de la mente, de la imaginación desaforada de cada quien. Si la naturaleza, el espacio y el tiempo, los dispone cada uno, porque cada uno los siente de manera distinta. Sí, si todo esto es cierto qué más da la humanidad, qué más da el universo. Ustedes tienen razón, a la larga, de haber actuado como actuaron. De haber matado gente sin moverse. Contra esta clase de argumentos no se puede discutir, son simplemente irrefutables, poderosamente incuestionables.

Aunque, no moralmente correctos. Pero que importa ya eso, nadie puede enseñarles de moral a ustedes en este momento, ustedes ya tienen la moral podrida, y ante algo como esto es completamente inútil intentar cuestionarlos, es una pérdida de tiempo dar vueltas alrededor de bagatelas literarias, de fruslerías filosóficas que a ustedes poco les interesa, ¿no es así?

Acéptenlo, a ustedes les importa la literatura tan poco como les importan los demás. Y les importa poco precisamente porque la literatura es escrita por los demás, y poco importa lo que el resto de la humanidad tenga para decirles ¿no? Hay que desvestirse intelectualmente para entender esto. Si se sigue creyendo que todo lo dicho anteriormente no es cierto, se comete un error de magnitudes tenazmente estrafalarias. Sincérese cada quien con sí mismo, de ese modo podrán entender más agudamente lo que sucede a su alrededor, podrán comprender que se ve con los ojos equivocados el universo al pretender que se tiene siempre la razón, que se ha alcanzado la verdad absoluta simplemente reflexionando. Solo así podrán, al fin, entender que la manera en la que actuaron fue enteramente errada, que su indiferencia hacia la gente es dañina. ¿Qué tal si sus hijos hubieran sido asesinados, si hubiesen sido ellos a quienes rebanaron como una cebolla sobre una tabla de madera? Qué tal si hubiesen intentado rebanarlos a ustedes y nadie los hubiera auxiliado, si sus aullidos de cólera y terror hubiesen sido ignorados, tal como ignoraron ustedes la mirada malévola y frívola con que aquel hombre macabro y misterioso los observaba mientras caminaba por el puente. Tal como ignoraron la manera en la que temblaban los brazos del hombre, la manera en la que se palidecían sus mejillas vacías y flácidas, la manera en la que daba pasos cortos y lentos como demorando la masacre que en poco tiempo iba a cometer. ¿Qué tal si ustedes no hubiesen pasado por alto señales tan obvias como esas? ¿Qué creen que hubiera pasado?

Sí, si hubiesen hecho algo cuando lo vieron caminar sobre el puente con la misma inocencia de una colegiala virgen,  con su cigarro encendido entre sus labios, con los ojos fijos en el piso, con las manos trémulas y la tez pálida, seguramente no habrían matado ni a Angélica ni a Ricardo. Seguramente aún estarían vivos. Estarían entre ustedes, y no olfateando flores marchitas bajo tierra. Todo dependía de ustedes, ustedes hubiesen podido evitar todo este escollo. Habrían podido evitar que aquel asesino loco se hubiera acercado pausadamente hasta donde Angélica y Ricardo se besaban apasionadamente, recostados desinteresadamente sobre la baranda del puente mientas ustedes pasaban frente a ellos observándolos con la intrínseca y mórbida curiosidad que poseen todos los humanos. Habrían podido evitar que se detuviera frente a ellos y gritara: “¡Maldita traicionera!”. Evitar que sacara de su chaqueta la hoja de acero inoxidable para luego atravesar con ella los pechos juveniles de la muchacha y el corazón espantadizo del muchacho. Evitar que saliera corriendo como un toro al que le han quemado el trasero con una varilla de hierro hirviendo. Evitar un espectáculo tan espantoso y traumático, que dejara una huella imborrable en su memoria multitudinaria.

Qué bello hubiese sido todo si hubiesen actuado, pero que feo terminó siendo en realidad. En esto como en todo lo demás, lo que predomina es el deseo, el deseo de permanecer siempre en un mundo cuya tranquilidad es indestructible e imperturbable, para así nunca ser molestados por los problemas ajenos. Para no resbalar en los charcos lodosos que se forman en el camino de la vida.

El relato del crimen del puente de la 58 acaba aquí. Ninguno de ustedes fue hallado culpable y la conclusión a la que se ha llegado es que se trató de un crimen pasional. El único rastro del asesino es el cigarro medio acabado hallado a unos cuantos metros de donde estaban ustedes, sobre la acera donde termina el puente y por donde corrió el asesino con la misma velocidad de un rio caudaloso, para no ser atrapado por las manos débiles de la justicia.

Si las orquídeas lloraran...


Si las orquídeas lloraran, llorarían por verte viva, por volver a ver tus labios olvidados en la cotidianidad de mis días.

Si el daguerrotipo de tu cara conservara aun un liviano halito de vida, un último aliento de esperanza, rompería el marco dorado del portarretratos en que está expuesto y lo guardaría en mi bolsillo para siempre, y no lo abandonaría sino para ir corriendo a encontrarme con tu alma límpida, que aguarda por mí con los brazos extendidos, dispuestos cual escalera de cuerda para ayudarme a subir por el precipicio que conduce al séptimo cielo.

¡Ay! no olvides nunca, que si las orquídeas lloraran, no hay duda, de que llorarían para recordarme de quien me he olvidado.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Esta es la historia de como empecé a escribir:




Tengo 17 años y cuando tenía más o menos 11 tuve que escribir una historia para el colegio que debia estar ubicada en la edad media. Todavia no se me habia ocurrido nada y ya faltaba solo un dia para la fecha de entrega, cuando vi el comercial o el tráiler de una película (ya no recuerdo bien) que se trataba del Rey Arturo. Entonces, una inquietud surgió dentro de mí. No conocía muy bien la historia del Rey Arturo, ni siquiera estaba seguro de que fuera del Medioevo, lo único que sé es que me sentí inspirado. Me pregunté (sin saber siquiera si él había alguna vez existido): “¿Que sentiría él si supiese que casi un milenio después de haber muerto la gente sigue hablando de él?”.  Ante este pensamiento me decidí a escribir una historia relacionada con él. Antes de empezar a escribir le pregunté a mí papa quien fue el Rey Arturo y él me respondió: Él no existió, es solo un personaje literario, alguien ficticio. Pero contrario a lo que muchos podrán pensar no me sentí desilusionado, porque entonces me dije: “quienquiera que haya escrito ese libro pasó a la historia”.
Escribí el cuento y lo entregue al día siguiente. Una semana después nos entregaron los trabajos revisados y con las respectivas calificaciones. Había obtenido un 97 sobre 100. Me sentí muy emocionado y, como era de costumbre en mi salón, la profesora aununcio quienes habían obtenido las tres calificaciones más altas, y resultó que yo había obtenido la mas alta. Jamás me había sentido tan orgulloso de mi mismo, supongo que no fue tanto por la calificación sino por la satisfacción de saber que había tenido éxito con algo que había disfrutado haciendo. Cuando terminó la clase la profesora me dijo: Nunca pares de escribir, tienes mucha imaginación. Sé que te preguntaras porque no sacaste 100 (en realidad no me lo preguntaba), no obtuviste esa calificación porque usaste un nombre que ya existía.
“Nunca pares de escribir”, bien supongo que había olvidado esa frase, ha pasado tanto tiempo que ya ni recordaba porque había empezado a escribir pero ahora vuelve a mi. Empecé a escribir porque no quería que lo que yo pensaba muriera conmigo, porque quería ser como aquel que escribió el libro de donde surgió el Rey Arturo. Porque quería expresar todo lo que sentía, plasmar todas mis preguntas y responderlas escribiendo. Y aun no puedo creer que después de 5 o 6 años de escribir y leer con tanto amor, estuve a punto de parar...


martes, 14 de septiembre de 2010

Finest hour

A pessimist sees the difficulty in every opportunity; an optimist sees the opportunity in every difficulty. 

Continuous effort - not strength or intelligence - is the key to unlocking our potential.

Winston Churchill



These two sentences have completely changed my view about life. For a couple of months I felt melancholic, sad, confused. But when I read the second phrase I realized that he was right, that the key to succes is to effort. I have to accept that one day I took a hasty decission: I promised myself that I wouldn't write again. I guess I was desperate, tired by the constants battles that take place inside me. But now I know that I can't stop writing, because writing is the way I express myself without shame, free from social pressure. It is the only way that I feel comfortable being me, and that's something I cant say not to. That's why now I promise myself that no matter how disappointing can something I've written be, I'll never stop writing.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Life is such a Mystery...

Fragment from Chapter 18 of: The Picture of Dorian Gray







The next day he did not leave the house, and, indeed, spent most of the time in his own room, sick with a wild terror of dying, and yet indifferent to life itself. The consciousness of being hunted, snared, tracked down, had begun to dominate him. If the tapestry did but tremble in the wind, he shook. The dead leaves that were blown against the leaded panes seemed to him like his own wasted resolutions and wild regrets. When he closed his eyes, he saw again the sailor's face peering through the mist-stained glass, and horror seemed once more to lay its hand upon his heart.




But perhaps it had been only his fancy that had called vengeance out of the night and set the hideous shapes of punishment before him. Actual life was chaos, but there was something terribly logical in the imagination. It was the imagination that set remorse to dog the feet of sin. It was the imagination that made each crime bear its misshapen brood. In the common world of fact the wicked were not punished, nor the good rewarded. Success was given to the strong, failure thrust upon the weak. That was all. Besides, had any stranger been prowling round the house, he would have been seen by the servants or the keepers. Had any foot-marks been found on the flower-beds, the gardeners would have reported it. Yes, it had been merely fancy. Sibyl Vane's brother had not come back to kill him. He had sailed away in his ship to founder in some winter sea. From him, at any rate, he was safe. Why, the man did not know who he was, could not know who he was. The mask of youth had saved him...



Oscar Wilde

sábado, 4 de septiembre de 2010

El canto del gol

El canto del gol se convirtió de pronto en un grito estridente que se extendio velozmente a lo largo de paisajes floridos, de ciudades lúgubres, de playas tropicales, y de pueblos muy alejados del alegre bullicio multitudinario que se combinaba con los tambores y pitos mas estruendosos de todo el país. El manto gris tejido en el cielo azulado por nubarrones cargados de tristeza e impotencia, se desvaneció rápidamente para abrirle paso a la luz rutilante que contagió a la gente con un entusiasmo desaforado y vivo. El alborozo de la gente se juntó con el canto de los pájaros endémicos que celebraban la llegada del estío.
Era un hecho; en el país de la injusticia se había ganado, al fin, una copa del mundo.

Y mientras allí se celebraba entre mares espumosos de cerveza y esplendorosos asados campestres, una hecatombe dolorosa destruía los cimientos de una sociedad que siempre pareció capaz de soportar derrotas de tal magnitud, pero que ahora que tenía que sufrirla se hundía en la tierra infértil del arrepentimiento y se ahogaba en las lagunas hondas del llanto inconsolable.


La delgada línea que separa la cara de la gloria de la cara de la vergüenza, es la accidental alegría de marcar un gol.


jueves, 2 de septiembre de 2010

El Pueblo Mas Cercano

Mi abuelo acostumbraba decir:

"La vida es asombrosamente breve. En mi memoria se ha abreviado tanto que, por ejemplo, no puedo comprender como un joven es capaz de decidirse a montar a caballo para viajar al pueblo mas cercano, sin miedo a que (y esto dejando aparte los accidentes que pueden producirse) el tiempo de su vida no le baste, ni de lejos, para dar cumplimiento a su viaje".



Franz Kafka