sábado, 12 de febrero de 2011

Su sombrero blanco


Un ligero hálito vespertino
arremolinó sus etéreos bucles áureos
e hipnotizó con ellos
a un abyecto reo enamorado.

Entonces supo,
que desde ese momento
y hasta el fin del tiempo,
estaría encadenado a esa mujer…

a su vestido rojo
de escote pronunciado
a su falda corta
y sus piernas largas;

a sus zapatos negros,
bien lustrados,
a su cintura angosta
y su cadera ancha;

a su piel morena
y sus carnosos labios,
a su mirada felina
y su sombrero blanco;


a su nariz respingada
y su postura recta,
a su voz altiva
y  su figura alta;

a su lasciva boca,
a su corazón latente,
a su sonrisa nívea
y su andar cadente;

a toda ella
y a cada adarme de su cuerpo,
porque sin ella
se perdería para siempre,
en un mundo sin regreso.

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